Dónde están mis bragas
Relatos cortos

¿Dónde están mis bragas?

Abrió los ojos con dificultad, mientras se los restregaba para tratar de acabar con los restos de rímel que se oponían a que lograra su objetivo. No sabía dónde estaba, completamente desnuda bajo unas sábanas de satén en una cama desconocida y en una habitación desconocida. Miró lentamente a su derecha temiéndose lo que, a continuación, encontró: un torso masculino desnudo le daba la espalda bajo las mismas sábanas.

El intenso dolor de cabeza, típico de una buena resaca, le impedía pensar, no recordaba cómo había llegado hasta allí. Sabía que la noche anterior había salido de fiesta con sus amigas, que había bebido demasiado, de eso estaba completamente segura, pero a partir de ahí, los recuerdos eran bastante difusos.

Decidió marcharse de dondequiera que estuviese lo más rápido posible y salió de la cama con cuidado, tratando de no despertar a su desconocido compañero. Fue recogiendo su ropa del suelo: el sujetador, el vestido, los zapatos, pero no encontraba sus bragas por ningún sitio. La verdad es que no quería marcharse sin ellas, el vestido era bastante corto, con vuelo, y esos días estivales se caracterizaban por ser de mucho viento; además eran sus bragas preferidas.

Tras vestirse rápidamente, fue al baño y, al mirarse en el espejo, quedó horrorizada. Su cara parecía un cuadro surrealista con restos de maquillaje a modo de posos esparcidos por todo el soñoliento rostro, y el pelo completamente enredado y despeinado. Se lavó la cara y se recogió el pelo en una improvisada coleta mientras observaba la decoración del bonito aseo; la verdad es que estaba muy ordenado y decorado con gusto, y se preguntó si su dueño iría acorde también con la estética.

Salió del baño sigilosamente, sintió curiosidad por ver la cara de su desconocido amante, que seguía durmiendo plácidamente, así que se acercó a él y descubrió con agrado a un atractivo hombre de una edad similar a ella que le sonaba muchísimo pero no recordaba de qué. Mientras lo observaba, varias tórridas escenas de la noche anterior se arremolinaron en su mente haciendo que un escalofrío de placer recorriera su cuerpo y, en esas estaba, cuando se dio cuenta de que él tenía algo en una de sus manos. Al acercarse un poco más, vio que eran sus bragas.

–Mierda –pensó– ¿Y ahora cómo cojo las bragas sin despertarle?

Estaba tan abrumada por la atípica situación que no se le ocurría qué decir si él se despertaba, pero no quería marcharse sin sus bragas. Mientras sopesaba la situación, el desconocido se movió ligeramente y, tras el sobresalto, ella decidió marcharse de allí sin recuperar su preciada ropa interior.

Cogió su bolso y salió rápidamente de la casa, y mientras caminaba hacia no sabía dónde porque no reconocía las calles, pasó un taxi que rápidamente paró para ir a su casa. Una vez en el vehículo, pudo ubicarse y llegar a su destino en unos quince minutos, así que el desconocido no vivía muy lejos de ella. Durante el trayecto, empezó a recordar ciertos detalles de la noche anterior, entre ellos, haber tomado algo con el misterioso desconocido, que seguía sin saber de qué le conocía, y también irse con él en taxi a su casa. Lo de después eran retazos de recuerdos de una aparentemente magnífica noche de sexo que, lamentablemente, no recordaba con mucha claridad.

Ya en su casa, habló con sus amigas, pero todas le dijeron lo mismo, que había bebido demasiado y se había marchado con el apuesto desconocido a pesar de que ellas trataron de impedírselo.

Después de darse una ducha, pasó el resto del día sin hacer nada, era domingo y al día siguiente tocaba trabajar, así que descansó todo lo que pudo para recuperarse de los excesos de la noche anterior.

Al día siguiente, llegó temprano a la oficina y, nada más entrar, se le encontró de frente. Allí estaba su apuesto desconocido, él la sonrió y se dirigió hacia ella, que le miraba con los ojos como platos y que no sabía dónde meterse.

–Te fuiste muy rápido tras una noche estupenda. De hecho, aparte de despedirte, olvidaste una cosa. –Dijo él mientras sacaba las bragas del bolsillo de su americana y se las ponía en la mano. Acto seguido, dio media vuelta y se fue hacia su mesa de trabajo.

Ella estaba estupefacta, su misterioso amante era la nueva incorporación del departamento de ventas de su empresa. Le había visto de pasada el viernes antes de salir de la oficina, pero no se lo habían presentado.

Metió sus bragas lentamente en el bolso mientras pensaba cómo afrontaría la reunión que tenía programada en menos de una hora con él, el motivo: trabajar juntos en un nuevo proyecto.

SagrarioG
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