Camarero: una de plagas
Relatos apocalípticos

Camarero: una de plagas

El final estaba cerca y los rumores sobre las plagas corrían como la pólvora con historias disparatadas. Parecía el juego del teléfono escacharrado nivel apocalíptico. Y, en efecto, tras una monumental calima procedente del Sáhara, que tiñó las aguas de rojo e incendió la imaginación de muchos, era el turno de la lluvia de ranas. Sin embargo, en esta ocasión el Destino decidió divertirse un rato para aderezar un apocalipsis inminente.

En vez de llover ranas, caían ancas de rana en salsa, bien emplatadas y muy ricas. Se acabaría el mundo, pero que bien iban a comer todos; como la cena del condenado a muerte que disfruta de su último banquete. Y ya que el Destino estaba bastante creativo, decidió incluir peces en el menú: igual te caía una lubina al horno, que una dorada a la sal o un besugo a la espalda.

Claro que empezó a haber hostias por conseguir el plato más suculento; pero la especie humana es así, el fin del mundo a la vuelta de la esquina y la gente peleándose por tonterías hasta el último momento.

El Destino se partía de la risa viendo el enésimo espectáculo lamentable de la especie que iba a erradicar por fin, pero ¿para qué prolongar la agonía y perder el tiempo con más plagas o sucedáneos de estas? Poco después animó a apretar el botón rojo a uno de esos dirigentes desalmados que ya andaba como loco por la música y todo se fue al carajo en cuestión de pocas horas.

Y, ya se sabe que, tras crear, toca descansar, pero la destrucción también pide reposo. Así que el Destino cerró los ojos y se pegó una buena siesta.

SagrarioG
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