A ti que no sabes llevar paraguas en un día de lluvia ni cuando lo tienes cerrado.
Y a ti que con tu mochila rozas a los circundantes en tus inestables movimientos de 360 grados.
A vosotros que no entendéis la aplicación práctica de “dejen salir antes de entrar” ni aunque os recuerden algo tan básico en educación por megafonía.
O a ti que desconoces la utilidad de los asideros del vagón y te sostienes empujando a los demás viajeros en los inevitables vaivenes y traqueteos del trayecto.
Y tú que te arrimas tanto a la gente que acaricias orejas con el extremo de tu e-book o tu móvil.
O tú que no pides paso si no hay hueco, sino que pasas a empellones cual elefante en una cacharrería.
A todos vosotros os deseo la misma invasión de vuestro espacio vital, disconfort y encabronamiento como los que provocáis con vuestra tremenda inutilidad y absoluta torpeza.
Y os pido encarecidamente que hasta que aprendáis a interaccionar con otros viajeros, si es que algún día alcanzáis tal logro, hagáis el favor de quedaros en vuestra puta casa.
Que yo seguiré respetando el desplazamiento de los demás, pero cuando me cruce con vosotros no dudaré en sacar mis codos cual resorte automático, si la necesidad del momento lo exige.
Que hay que ser educado sí, pero no gilipollas.