En estos días se están celebrando los juegos paralímpicos y en muchos medios de comunicación ni siquiera lo mencionan. Claro que los juegos olímpicos, que eran los que importaban, ya terminaron y, por supuesto, la liga de fútbol ha comenzado y es la que acapara todos los titulares, aunque no sé qué importa más, si los goles o los cortes de pelo de algunos.
En fin, mi más sincero reconocimiento para todas esas personas que son capaces de realizar enormes proezas con serias limitaciones y que nos enseñan que, muchas veces, las limitaciones donde realmente están es en nuestra cabeza y que, seguramente por ello, seamos nosotros los más limitados.
Aunque la cultura en la que vivimos sea incapaz de otorgarles la importancia que les corresponde a estos extraordinarios deportistas, me quedo con lo que me aporta a mí y que va mucho más allá de ponerme los pelos de punta sin apenas saber todo el esfuerzo que les ha supuesto llegar donde están.
Cuando el mundo en que vivimos valora más la imagen y el dinero que una sesera bien amueblada y unos valores bien fundamentados y hace que miremos hacia otro lado cuando lo que tenemos delante nos incomoda, ¿de qué nos vamos a extrañar, verdad? Otra cosa es que estemos acostumbrados por la normalidad con la que sucede, pero a pesar de esa lamentable familiaridad, todavía somos muchos a los que no deja de causarnos indignación y, por supuesto, una enorme tristeza.