Me gusta tanto mirarle que podría pasar horas contemplando esa preciosa cara porque me transmite paz, amor y armonía, es él. Sus ojos son marrones, pero a veces se tornan verdes, dependiendo de cómo incida la luz sobre ellos y también de si está cansado, por eso por la noche suelen ser más como dos olivas que como la madera de haya.
Me encanta verle dormir, esos preciosos ojos verdes se empiezan a cerrar y sus frases se transforman en letanías inacabadas al ser invadido por el letargo que precede al sueño, es tan divertido escucharle. Tiene una facilidad para dormirse que me admira, enseguida cae en las redes de Morfeo, a veces en cuestión de segundos. Pero rara vez se duerme sin desearme buenas noches, no tarda en volver a abrir los ojos, sonreírme y transmitirme sus mejores deseos para la noche y de nuevo se deja invadir por la placidez del paso rápido de una breve vigilia a un profundo sueño.
Es maravilloso despertar con él por las mañanas, sobre todo los fines de semana, cuando no hay prisa por ir a trabajar. En verano entra más luz en la habitación y puedo recrearme en su preciosa mirada y entonces comienzan los arrumacos, los abrazos y las caricias, es uno de mis momentos preferidos del día, de esos que no cambiaría por nada.
La verdad es que no cambiaría por nada cada momento que paso con él, no necesito más porque su presencia lo invade todo, lo llena todo, lo ilumina todo. Soy inmensamente afortunada por compartir mi vida con mi alma gemela.
ME HA ENCANTADO, que bonito, me he emocionado , casi se me saltan las lagrimas.