El pasado nunca volverá y el futuro aún no existe por lo que parece que la única realidad tangible es el ahora. Esa es la teoría y creo que su lógica es aplastante, pero la práctica es completamente diferente para la mayoría de nosotros, nuestra mente se dispersa, tiene vida propia y nos tiraniza de manera continua sin que nosotros seamos apenas conscientes de ello.
La observo, a mi mente, ahora, ¿y qué es lo que hace? recordar algo, planificar una acción, es decir, se mueve continuamente entre el pasado y el futuro. Intento reconducirla y por un instante lo consigo, pero inmediatamente después vuelva a las andadas, me trae nuevos recuerdos, nuevas proyecciones, me roba continuamente el momento y lleva haciéndolo tanto tiempo que ni siquiera recuerdo cuándo comenzó a suceder.
Mi peor enemigo está en mí y no me había dado cuenta, pero ahora que soy consciente de ello, recupero parte de mi poder para tratar de acabar con su hegemonía. Quiero ser yo la que decida cuándo recordar y cuándo planificar, y mientras lo consigo y trato de centrarme una y otra vez en el ahora, sé que si no lo hago, ese instante pasará para no regresar nunca más, porque la inconsciencia conseguirá que cada momento perdido no llegue a alcanzar el estatus de recuerdo para ni tan siquiera poder evocarlo cuando ella lo decida.
Estoy segura de que lo conseguiré a pesar de que ella se ha hecho muy fuerte, lamentablemente he sido yo quién se lo ha consentido, pero cuento con la obstinación y la persistencia necesarias para ir debilitándola y que sea ella la que quede a mi merced, además dispongo de tiempo para ello, todo el que yo decida. La consciencia de cada pequeño momento me otorga más poder, cada uno de ellos constituye una pequeña victoria y ella lo sabe, como sabe que seguiré abriendo nuevos flancos en sus dominios, y como yo sé que éstos terminaran siendo conquistados por mí, su legítima y única heredera.