Era un día como otro cualquiera,
domingo de descanso,
la familia frente a la mesa,
pero ahora nada queda.
En un día como otro cualquiera
las incertidumbres de ayer
hoy se transforman en certezas
cuando el volcán se despierta.
La tierra escupe su lava
sobre las casas ya desiertas,
los cimientos sucumben
y las esperanzas se entierran.
No hay tiempo de mirar atrás,
solo de pensar que lo que fue ya no será:
toda una vida y sus recuerdos
sepultados sin más.
Un día como otro cualquiera
la calma se marcha corriendo
y las ilusiones se congelan;
ejerce su dominio la impotencia.
Parecía un día como otro cualquiera,
pero no hay un lugar al que regresar
y ni idea de cómo volver a empezar
porque ahora nada queda.
SagrarioG
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