… cuando me lavo las manos en el servicio de un bar o restaurante y no hay papel o secador de manos, entonces me seco con papel higiénico y luego me tiro media hora quitándome infinidad de papelitos minúsculos de los dedos que se me han adherido como si fueran garrapatas.

… cuando esa señora mayor me mira completamente indignada y ofendida por haberle recriminado que entrara en el vagón de metro antes de que yo saliera.

… cuando en los temibles días de lluvia tengo que ir esquivando puntas de paraguas como si fueran banderillas porque la gente gusta de portar ejemplares grandes sin conocer mínimamente la seguridad en su manejo.

… cuando llevo una prisa horrible y me encuentro con diferentes personas que no veo hace siglos y que, curiosamente, no tienen prisa pero sí muchas ganas de charlar.

… cuando acabo de fregar el suelo de toda la casa y suena el teléfono que se ha quedado en la habitación del fondo.

… cuando me acabo de quedar traspuesta en el sofá después de comer y llaman por teléfono ofreciéndome que cambie de operador de telefonía.

… cuando por fin he limpiado los cristales de la casa y surgen de la nada esas nubes que hacen todo lo posible para que mis cristales nunca estén limpios.

… cuando el único día en la vida que llego cinco minutos tarde al médico, no sólo se me ha pasado el turno sino que ha entrado la gente que más tiempo se tira dentro de la consulta.

… cuando me acabo de poner una camiseta blanca impoluta y me salta la única gota de tomate que ha decidido desvincularse del resto de sus compañeras de la salsa que hay en la cazuela.

… cuando necesito reiniciar el ordenador y empiezan a instalarse 1 de 20 actualizaciones.

… cuando el único día que salgo con menos del 50% de batería en el móvil, me llama y me escribe todo el mundo y encima necesito conectarme al gps.