Generación afortunada
Reflexiones

¿Generación afortunada?

Me pregunto si pertenezco a una generación afortunada por el hecho de haber nacido a finales de la década de los setenta y haber vivido desde entonces infinidad de cambios más que reseñables.

Mi año de nacimiento es el mismo que el de la Constitución y aunque ha llovido mucho desde entonces, no todo lo que debiera sobre todo en este último año, parece que su reforma se empieza a vislumbrar más por un motivo obligatorio cuando el tema se va de madre que por la necesaria actualización de cualquier cuestión que va adquiriendo excesiva solera.

Conocí la peseta y, por fortuna, más de quince años después del cambio de moneda y la subsiguiente y escandalosa subida de precios, a día de hoy puedo pensar en términos de euros, al igual que lo hacen tantas generaciones posteriores, cosa que no ocurre todavía con muchos de nuestros mayores que tienen que seguir calculando el cambio a su querida y añorada peseta.

Me vienen a la memoria los enormes radiocasetes sonando al ritmo de la música de esos fantásticos grupos de rock de los 80 y los 90, nacionales e internacionales, que nunca volverán a sonar igual que entonces a pesar de la calidad actual de los sonidos digitales. También recuerdo los punkies con cresta, los pijos con jersey a la espalda y beber en la calle cuando aún no se llamaba botellón.

La mayoría de nuestros padres no pudieron apenas estudiar y, a su vez, sus padres, nuestros abuelos, podían dar gracias si sabían leer y escribir mínimamente. Sin embargo, muchos de nosotros hemos podido acceder a una educación superior y haber vivido esa breve época en la que encontrar un trabajo digno era sencillo. Sin embargo, esas condiciones laborales, que se consiguieron gracias al esfuerzo y la lucha de generaciones anteriores a la nuestra, han mutado a una suerte de favoritismo único hacia la patronal, que dista bastante de lo que viene siendo lógico y razonable. Pero, claro, mientras muchos hemos evolucionado gracias a una formación y unos valores mínimamente decentes, la casta política lo ha hecho en dirección contraria, en detrimento de los currantes y a favor de su beneficio propio. Si a esto le añadimos el inmovilismo social ante tales circunstancias, que también ha aumentado exponencialmente, nos encontramos con la cruda realidad actual: tragamos con lo que nos den y no nos movemos de nuestra escuálida zona de confort. Bueno sí, salimos a las calles en masa pero solo si nuestro equipo de fútbol gana un título, lo demás, por muy injusto que sea, no suele tener la capacidad de levantarnos del sofá.

Aparte de esa lamentable reforma laboral con lugar privilegiado en el gran listado de los despropósitos políticos españoles, son reseñables también medidas tales como la amnistía fiscal, cuyo objetivo es conseguir una manera legal de que los ladrones ricos puedan seguir robando mientras que, por otro, se aplican medidas de austeridad claramente destinadas a que se aprieten el cinturón los que menos tienen, que son los que siempre pagan el pato más caro. Contradictorio e injusto, ¿no?

Nos encontramos en el peor momento en lo que a terrorismo global se refiere aunque la presencia de ETA parezca haber pasado a la historia y, mientras tanto, se sigue exacerbando lo que nos separa, en lugar de lo que nos une, con independentismos de medio pelo, cuya base es el origen de cualquier radicalización y constituye un terrorismo en potencia. Y no me refiero a que nos unan banderas, naciones o pueblos, lo que nos debería unir es aquello que forma parte de nuestra definición desde los orígenes del hombre: humanidad. Pero esta desastrosa evolución que hemos adoptado nos va a hacer pasar de “ser humano” a “ser”, sin más, carente ya de humanidad y sin apenas rastro de ella.

La violencia de género está alcanzando cotas escandalosas en pleno siglo veintiuno porque el machismo, lejos de ir desapareciendo, se mantiene como una lacra pegajosa que todavía es fomentada y permitida en muchos sectores y países. Y alguno pensará que desde la época de nuestras abuelas mucho hemos conseguido las mujeres, pues es muy lamentable haber tenido que luchar y tener que seguir haciéndolo todavía contra una sociedad patriarcal y su hegemonía por una cuestión fisiológica de cojones.

La tierra ya nos envía señales descaradas de las terribles consecuencias del cambio climático y resulta que el teóricamente improbable presidente de Estados Unidos se sale del Tratado de Kioto, o en España se modifica una ley de montes para favorecer su recalificación, lo que fomenta que nuestras tierras sean quemadas deliberada y cruelmente. Qué más da el cambio climático mientras unos pocos se puedan seguir enriqueciendo a costa de la salud de nuestro planeta.

Hace cuarenta años no se oía mucho lo de privatización y ahora es una palabra que va tristemente asociada a la sanidad de nuestro país. Como lo hace la de recortes que, aparte de ir también asociada a la sanidad pública, a su vez evoca la palabra educación. Y, ¿qué me dices de corrupción? Que antes también la había, pero no era tan descarada como lo es ahora y me imagino que tampoco iría asociada a la impunidad que tanto la acompaña en estos días.

Podría seguir enumerando tantas cosas que han cambiado en todos estos años pero no es mi objetivo extenderme en demasía, aunque lo que no puedo dejar de mencionar es la evolución de las denominadas nuevas tecnologías.

Y es que en todos estos años las nuevas tecnologías han revolucionado no solo las comunicaciones, sino un sinfín más de cuestiones, entre ellas, la forma de interactuar y relacionarnos con las personas. Esa facilidad de acceso a la información nos hace estar informados, muchas veces a tiempo real, de las cosas que suceden, lo que no implica que estemos bien informados porque cada vez más la comunicación está asociada a manipulación. Triste pero cierto.

Los móviles tampoco existían hace años al nivel de hoy, recuerdo salir de viaje y buscar una cabina telefónica pública para avisar a la familia de que el trayecto había llegado a buen fin. Ahora, salir sin móvil de casa es como notar una presencia a la espalda en la oscuridad de la noche, nos genera pavor y ansiedad a partes iguales.

Ya no concebimos la vida sin Internet, ¿qué sería de nosotros sin nuestros dispositivos electrónicos? Sólo de pensarlo volvemos a sentir esa presencia a nuestra espalda, ¿verdad? Obviamente, las nuevas tecnologías nos hacen la vida mucho más fácil pero, paradójicamente, también nos la complican. La virtualidad en nuestras interacciones puede llegar a ser patológica y nuestra dependencia tecnológica la hace ser un peligro en potencia. Un apagón tecnológico importante y ¡boom! colapso generalizado y caos absoluto. Es algo sobre lo que habría que pensar muy seriamente.

¿Somos una generación afortunada? Por un lado sí y por otro no, dependerá de la importancia que le demos o cómo vivamos todas las circunstancias que nos acontecen. Desde luego está muy bien haber mejorado en muchos aspectos con respecto a nuestros padres y abuelos. No haber vivido una guerra civil y una dictadura, entre otros, se agradece sobremanera. Pero volver atrás en esos aspectos que sí han sido mejores y ahora ya no lo son, genera ese disgusto y decepción del que ha probado algo exquisito pero que ahora no pasa de ser mediocre y, a priori, no tiene visos de mejorar a corto o medio plazo. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

SagrarioG
Sígueme en Facebook

Opt In Image

Estarás al día de las publicaciones y te enviaré el relato de intriga

Cómo elegir una forma de morir, ¿te atreves a leerlo?

Sólo tienes que rellenar el siguiente formulario:

Join the discussion

  1. luis Garcia

    Buen repaso a tu generación.
    Enhorabuena, ya te has hecho mayor.

  2. Esther Montero

    Muchos recuerdos afloran con esta reflexión… ¿ Habrías imaginado, en tu epoca universitaria, que terminarías escribiendo sobre esta situación, como tu propia actualidad?
    Evolución que, por supuesto, conlleva la complejidad y el esfuerzo que hacen que merezca la pena, aunque en otros casos se haya despreciado dicho esfuerzo y no hayamos hecho otra cosa que retroceder 😉

    • admin

      En mi época universitaria nunca me habría imaginado que terminaría escribiendo siquiera, y mucho menos sobre esta situación, en muchos aspectos surrealista. ¡Muchas gracias por comentar, Esther! Estaba deseando conocer tu opinión.

  3. Luis Francisco

    La verdad es q tu artículo es volver a recordar los años de niñez y juventud, q uno recuerda con cierta nostalgia. Y el análisis de la realidad q tenemos ahora, con sus cosas buenas y no tan buenas. Parece q pesan más estás últimas. Somos más individualistas y x tanto más egoístas. Falta sentido cívico y social. En algún momento de este camino se perdió y no parece q las nuevas generaciones estén x recuperarlo. Veremos, cuando volvamos a echar la vista atrás y pensemos en estos momentos lo q nos haya deparado el futuro. Eso sí, yo seguiré añorando a mis dorados años 80 y 90.

    • admin

      Ya ves, yo también añoro los años pasados, pero habrá que adaptarse, que no conformarse, y disfrutar de los actuales lo que se pueda.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *